lunes, 26 de mayo de 2008

Apuestas

Este posteo tal vez lo debería haber hecho hace unos 4 meses, cuando estaba realmente enviciado con el juego. Pero por distintas causas de la vida lo estoy escribiendo ahora, cuando tengo una visión distinta de la situación.

Ya desde pequeño me gustó el "juego", siempre apostaba sobre boludeces con mi hermano: hice pelear a chicos de sala de cinco y apostar sobre los resultados, jugaba al winning 4 por plata con mi viejo y mi hermano, jugaba al truco por plata, y llegué a hacer apuestas sobre las cosas más idiotas y diversas del mundo. Pero en mi vida hubo un quiebre cuando descubrí el póker. Qué juego tan maravilloso. Me encantó desde la primera vez que lo jugué y como con todo lo que me gusta, me obsesiono. Lo empecé a jugar un montón, lo jugaba por internet, lo jugaba con mis amigos del colegio, los del club, mi familia. De esa manera empezaron a surgir las póker nights: eran reuniones donde un grupo de entre 6 a 11 hombres tomaban fernets, fumaban habanos y perdían plata. Las póker nights tuvieron su época de esplendor y luego fueron disminuyendo, aunque cada tanto sale una póker night y se reviven viejos tiempos.

El primer juego por plata que jugué fue el Black Jack: debería tener unos 10 años y con 2 amigos más nos dispusimos a jugar al Black Jack; yo aprendí las reglas ese mismo día y tuve una pérdida de 3 pesos con 40 centavos para mis ahorros del momento. Si me preguntás qué reglas pusimos y cómo hicimos para jugar, ahora no te sabría contestar.

Todo esto se podría decir que es sólo una introducción al verdadero amor que descubrí y perdí hace unos meses…El Hipódromo. Me enamoré de todo lo que había en ese recinto: la ruleta, las tragamonedas, las picadas a 33 pesos, la acomodadora de campera roja con alto culo, el olor a bosta que había en el barrio, los sillones de espera de los losers, tomar agua del baño para no pedirse nada para tomar, los patovas que nos rebotaron mil veces, todo, absolutamente de todo... bah, de los travas de los bosques de Palermo creo que no…. Es un lugar muy especial, no se me ocurren palabras para describirlo; es que no deben haber palabras para describir una instalación gigante donde hay un olor a cigarrillo que se te impregna a la ropa y el pelo, un lugar lleno de viejos y orientales (sí, orientales…no sé porque pero siempre estaba lleno), toda las personas raras que hay en la ciudad están ahí. Hay de todo, desde un matrimonio de enanos a un contingente de irlandeses ebrios que hacen quilombo y no hablan una palabra del castellano. Uno va caminando y ve un viejo lleno de gatos alrededor, un grupo de minas que raja el piso con un grupo de tipos zarpado en esteroides. Ves a la dulce viejita que te da pena cuando la ves en la calle o en el colectivo matándote para conseguir un asiento en las tragamonedas y jugándose toda la herencia de los hijos y nietos.

Fui varias veces al Hipódromo, se podría decir que demasiadas. Hubo noches en las que gane 130 pesos y otras en las que perdí 70 pesos. Estoy en pérdida: no conozco a nadie que haya ido más de una vez y que no lo esté. Estuve en el Hipódromo en los horarios más extraños, como un jueves a las 9 de la mañana o un lunes a las 7 de la mañana. También fui varias veces con amigos en las que nos mandábamos un faltazo al colegio y perdíamos un poco de plata. En estos horarios estaba la gente más extraña, esa que no tiene una vida social real o que si la tiene, la esta perdiendo ahí. Gente que daba pena y gente que daba gracia, habia de todo y en las 24 horas del día siempre había alguien. Ir al Hipódromo cambió completamente muchas cosas en mi vida, por ejemplo: estar siempre con mínimo 30 pesos en el bolsillo (antes de eso yo siempre llevaba como máximo 8 pesos). Había que estar siempre con el DNI encima, nunca se sabía cuando salía un Alfredo (Alfredo es un sinónimo de Hipódromo que surge de Alfredo Cascini, Cascini=Casino, Casino=Hipódromo), también hizo que esté bien vestido, no se podía estar más con remeras echas mierda porque, mediante experiencias, descubrimos que buscaban excusas para no dejarnos entrar.

A la larga, todas las salidas terminaban en el hipódromo. Por ejemplo: íbamos a bailar a un boliche, salíamos y en lugar de que cada uno fuese para su casa, nos íbamos al hipódromo; nos juntábamos en lo de alguien y luego íbamos al hipódromo. Todas las salidas terminaban allí. Y de esa manera se empezó a “discriminar” a los que eran menores de 18. Si bien había un par que siendo menores iban igual (en la mayoría de las veces pasaban) el resto de los menores se fue quedando afuera de la gran mayoría de las actividades y también de las charlas. Porque no sólo íbamos todo el tiempo, sino que también hablábamos de eso todo el tiempo. Yo tuve la suerte de que cuando empezó nuestra “ludopatía” yo ya era mayor de 18. Se podría considerar que fui un afortunado con eso, o que salí muy perjudicado.

Hay algo que cuando lo pienso todavía me sorprendo. Yo estudié un montón sobre la ruleta. Estudié muchísimo más en el año sobre el juego que sobre las materias que me correspondían. Me volví un experto en técnicas y metodologías de apuestas, leí un montón de E-Books en internet, un montón de foros y yo creía que estaba invirtiendo mi tiempo. Luego todo eso lo ponía en práctica y por lo general me iba mal porque todas esas técnicas requerían de una gran inversión para poder ver los resultados y a mí se me acababa la plata muy velozmente de esa manera.

Empezaron a aparecer los trava-tours a la salida del Alfredo en donde pasábamos despacio con un auto con más o menos 9 personas y les gritábamos obscenidades a los mitad hombre mitad mujer. De esas noches salían recuerdos y cargadas para la eternidad y esas situaciones alegraban la noche de haber perdido demasiada plata en una cantidad de tiempo que no lo ameritaba.

Personalmente también he ido a casinos propiamente dichos. En Mar del Plata invertí una buena cantidad de guita en la ruleta y el Black Jack y me volví a enamorar del Black Jack, y seguramente él también se enamoro de mí, porque me limpió 200 pesos. Pero eso es otra cosa, hay otro ambiente, y es muy distinto. En la ruleta para perder 200 pesos hay que estar un par de horas, yo perdí 200 pesos en el Black Jack en 15 minutos. Pero nada, incluyendo eso, le quita de que sea el mejor juego de apuestas.

Puede que me haya excedido mucho escribiendo esto y algunos no lo leerán entero, pero me faltó mucho por describir y explicar porque realmente el Hipódromo y las apuestas fueron y serán una parte significativa de mi vida. Hace varios meses que no voy al hipodromo, pero nunca me voy a olvidar de todo lo vivido allí.

viernes, 9 de mayo de 2008

Taxis

Viajar en tacho es una sensación única. Si bien no es algo que haga habitualmente, cada viaje es inolvidable. En todo viaje te sucede algo que amerita ser relatado a tus compinches: o es porque estuviste a punto de chocar al menos 3 veces; o porque el tachero te contó que le cabe chuparle el culo a los travas, o porque te bajaste sin pagarle y el tachero te revoleó una botella de vodka. Algo te va a pasar seguro.

El tachero es un mal conductor por obligación: debe, por lo menos, en toda su historia automovilística, chocar a 6 motos de las cuales debe matar o dejar incapacitado a por lo menos uno de los respectivos conductores; y eso no es chiste, no se puede joder con las reglas…si el tachero no choca motos queda como un debilucho frente a los colectiveros; que estos, junto con los remiseros después burlarían y embestirían para ridiculizarlos. Por lo que el taxista hace lo imposible para chocar con otro automóvil, preferentemente con mujeres de autos elegantes y las ya mencionadas motocicletas. Para lograr esto, sale a la calle ebrio, maneja a altas velocidades o a velocidades extremadamente lentas, no frena en las esquinas y se saca mocos mientras conduce.

Existe el mito de que a los taxistas les gusta hablar, esto no es cierto. Solo charlan los tacheros ancianos, los que tienen menos de 60 años no les interesa tanto charlar, prefieren ir fumando durante el viaje e ir escuchando la clásica radio AM con su respectivo aburrido tango. Todos los conductores de taxi escuchan AM, jamás los veras escuchando un Cd o Casete de música, jamás. Esa es otra penalidad como lo es no chocar y herir un motociclista, no entrarle a un trava, y no tener mal aliento. Volviendo al tema, a veces es mejor no hablar con los tacheros, las veces que mantuve charlas fueron siempre de fútbol o que me explicaba por qué los travestis son mejores que las mujeres. Estas charlas fueron aburridas y monótonas cuando eran de fútbol e incomodantes y asquerosas cuando me describía sus actividades con los travestis: que un hombre calvo, de 3 dientes y aproximadamente unos 62 años te diga que a él le gustan los travas porque le gusta manejar la palanca de cambios mientras coje, puede llegar a ser un tanto traumante.

Todos los tacheros tienen mal aliento. Los tacheros parlanchines tienen el mal aliento en el ADN, cuanto más te hable y más fuerte lo haga, más violento será su aliento. Y ni hablar que el tachero con peor aliento es el que tiene el taxi con el levanta vidrios roto. Es como si lo tuviera todo planeado para hacer de tu viaje, una situación horrible y descabellada en la que te asquea con sus aventuras sexuales, y te deja sin aire con sus olores fétidos, sin olvidar los chorros de adrenalina que te corren debido a los cientos de casi choque fatales.

Aunque no hay que olvidar que cuando son las 2 de la mañana, hace un frió que te rechinan los huevos, y el bondi no viene….vienen las ganas de tomarse un taxi.